sábado, 13 de noviembre de 2010

El lugar que no fue

Tropecé con un cadáver más sobre el asfalto y eso era acaso lo que menos dolía. Durante el trayecto no había visto más que polvo y nimiedades, como si todo lo que alguna vez fue vida se redujera a apenas un puñado de memorias. La casa estaba callada. Los difuntos dormidos. Si la suerte del mundo iba a parar a este lugar lejano de caminos infinitos y objetos no encontrados, no era asunto de nostalgia o de incumbencia el hecho de presenciar la lenta desaparición de las especies. Pálida la cara, afónica la lengua. ¿En qué rincón del universo cabe tanta ausencia?

En el entorno (o lo que aún quedaba) implotó todo hallazgo que insistía en creerse y, de una masa amorfa y efímera donde la vida tuvo origen, un agujero negro que en esencia no era ni negro ni blanco ni de ningún color tragó todo cuanto limitó en su espacio. Sentí esfumarse el aire entre congregaciones de átomos y células como una línea que se borra, como un suspiro que se exhala y no se sabe adónde irá a parar. Deshecho el color, inútil el recuerdo. Oleadas de niebla zigzagueantes donde antes hubo fuego y ahora no cenizas devoraron los paisajes ahora extintos, con frívolo estoicismo, llevándoselo TODO, hasta la más remota NADA...


®Adrián Mariscal

2 comentarios:

Adrián Mariscal dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Piantada dijo...

lo inutil de recordar, o como nos deja.

yo soy nuevita aqui.besos