jueves, 28 de enero de 2010

Bestiario

Ya había resguardado a conciencia todo lo que podía importame, de modo que asumir el riesgo de cobrar venganza resultaba una tarea monstruosamente interesante. Desde que mis órganos estallaron en huelga por el exceso de ocupaciones, me dispuse a valerme de recursos mentales para ocupar la ofensiva.

El estómago mascaba a regañadientes absorbiendo cada indicio de energía, los dedos del brazo que aún sobrevivía calculaban las ansias por recibir la orden de jalar el gatillo. Las pupilas se agrandaban hasta su máxima capacidad por un esfuerzo sobrehumano de localizar un nuevo hallazgo.

El ambiente estaba tenso, hasta los perros habitantes de la Calle-No-Recuerdo-El-Nombre, no repararon en ladrar cuando su olfato detectó que un caos estaba cerca.

El enemigo estaba en casa, sospeché. Lo justo era exterminarla en cuanto hiciera acto de presencia. Esta vez la compasión no fulminaba entre mi lista de estrategias.

Sentí correr la sangre cuando al fin la tuve frente a mí, impetuosa, bélica y amenazante. Con una mirada retadora parecía querer reconocer el territorio en que jugaba. Al abrir el hocico, un mullido fue lanzado reclamando poderío. La baba le escurría hasta el suelo por donde fluía rabiosa salpicando el callejón. Sus orejas aguzaban cada sonido que se escuchaba al exterior y, su sombra se multiplicaba en todas direcciones a cada paso que ganaba en un esfuerzo por atemorizarme.

Cuando flexionó las patas traseras para abalanzarse en contra mía, yo sabía que era el momento justo para disparar al blanco. Descubrí nervios en mis manos temblorosas cuando una fuerza superior fue expulsada. ¡¡BANG!!...Ese hocico que antes babeaba a mares ahora parecía un volcán en erupción.

La guerra entre nosotros había sido retomada, como tiempo atrás, cuando pretendiendo devorarme me encontraba muerto de pánico entre sábanas mojadas y los brazos de mamá. Ahora mamá no estaba ahí para salvarme, en su lugar tenía a tres damas lo suficientemente poderosas: Valor, Coraje y un Revólver.

Bala tras bala atravesaron cada poro de su gruesa figura, partículas de piel quedaban suspendidas en el aire en compañía de chispas acre gorgoteando entre bramidos. Verla jadeando e indefensa en un estado de total desesperación me reconfortaba de sobremanera. Era ahora cuando entendía cómo los asesinos más temidos se sentían seguros tras las armas.

¡BANG!---Tiré a matar, sin remordimiento alguno. ¡BANG!-- Garras contra Pólvora, ¡BANG! Colmillos versus Fuego. Por primera vez percibí en su actuar que me consideraba un rival lo suficientemente poderoso. ¡BANG!...¡TOMA TU MERECIDO, BESTIA INMUNDA!- grité entre risas mirando cómo de aquella cosa volaban cesos y pedazos por doquier.

¡¡BANG, BANG, BANG!!. Disparé tanto que sentí que el brazo intacto entumecía y una vez aniquilada, el cadáver de la bestia tomó forma de un tapete pisoteado.

Sonreí entre dientes al ver desintegrado a mi adversario y, recuperando la compostura pero sin perder la guardia, esperé al próximo miedo que se atreviera a desafiarme...


®Adrián Mariscal

martes, 26 de enero de 2010

La Marea


/La marea es un buen pretexto para evocar un final sin salir de los comienzos, entregarme al viento, entre ondas y sudor, sumergido bajo fondos y más fondos donde el pez devora lo que el mundo esconde: cuerpos frágiles, verdades y nostalgias /

Nunca se me dio el talento de morir por una causa, demasiada parsimonia, morir con pretensión, nunca tuve alguna gracia, ni virtudes, ni defectos, ni-fama-ni-gloria-ni-guerra-y-la menor preocupación. Supuse que cerrar los ojos sería suficiente para morir a ciegas sin dejar un rastro, mantenerme en calma, a orillas de la playa, esperando la marea...


®Adrián Mariscal