La cama amaneció amarilla, en las sábanas se pintan con sombras las ramas de los árboles supremos que se asoman por la ventana desde el jardín. No es que quiera culparte del mal-humor en que despierto, ni hacerte responsable de las deudas que he ganado en mi pasado gris y mucho menos que este día tenga finta de pasar al calendario como uno más en que amanezco-como-duermo. Si digo que mi cama está amarilla, es porque sencillamente el sol la ha iluminado.
Si estuvieras a mi lado, ya te habrías curado el ánimo al ver mi malsano berrinche porque tengo frío y no soporto el sol. En días peores me sucede desnudarme en plena nevada por mero exhibicionismo, pues he de suponer que se aproxima el invierno, y, cuando éste llega, mi sonrisa es espontánea, no como en el resto del año en que soy un autómata con cara de sargento mal pagado.
Hoy, en cambio, por alguna extraña razón amanecí inspirado. Tanto tiempo intentando formarme un pensamiento y ahora que lo tengo, lo dejo ir. No tengo espacio en la agenda para dedicarme al ocio improductivo, asuntos más importantes hay por resolver como trazar un plan para matar al mundo y conspirar conmigo mismo para deshacerme de mi sombra, debido seguramente a que justo ahora tener una sombra no me sirve de nada, es sólo una mancha que me atañe una carga restándome agilidad.
El resto del tiempo escribiré garabatos que ni yo me entienda o intentaré contarte las pequitas en mi mente, tarea intensiva desde luego, pero ¿hay acaso sensación más grande en esta vida que soñar despierto con tu cara adormilada?
El librero bosteza al mediodía, y lanza al suelo un libro rojo que me recuerda que tengo que aprenderme el guión de una obra de teatro que aún no he escrito. Entra el viento a bocanadas por la ventana, me irrita los ojos, me deforma las ideas, me levanta el vestido imaginario -tal cual Monroe-, e insulto a la progenitora de quién sabe quién.
Medito tres segundos. Si escribo fragmentos anecdóticos es porque entre su incoherencia busco hilar un orden a mi vida, como armar un collage de momentos recientemente inútiles que entre su desorden siempre ocultan un dejo de relación.
Justo ahora no encuentro la total intención de estos versos amputados, sé que existo y ¿qué hay después?, después hay niebla acumulada entre el suelo y la pared, la imagen de un espejo en el que no me miro, fantasmas en penumbra, nada más que fantasmas y letras incompletas que dicen necedades…
* Nota: Si busca en este texto mal parido algo más que el desahogo de un extraño, pierde su tiempo, y por lo tanto -y después de tanto- quémelo después de leer.
Si estuvieras a mi lado, ya te habrías curado el ánimo al ver mi malsano berrinche porque tengo frío y no soporto el sol. En días peores me sucede desnudarme en plena nevada por mero exhibicionismo, pues he de suponer que se aproxima el invierno, y, cuando éste llega, mi sonrisa es espontánea, no como en el resto del año en que soy un autómata con cara de sargento mal pagado.
Hoy, en cambio, por alguna extraña razón amanecí inspirado. Tanto tiempo intentando formarme un pensamiento y ahora que lo tengo, lo dejo ir. No tengo espacio en la agenda para dedicarme al ocio improductivo, asuntos más importantes hay por resolver como trazar un plan para matar al mundo y conspirar conmigo mismo para deshacerme de mi sombra, debido seguramente a que justo ahora tener una sombra no me sirve de nada, es sólo una mancha que me atañe una carga restándome agilidad.
El resto del tiempo escribiré garabatos que ni yo me entienda o intentaré contarte las pequitas en mi mente, tarea intensiva desde luego, pero ¿hay acaso sensación más grande en esta vida que soñar despierto con tu cara adormilada?
El librero bosteza al mediodía, y lanza al suelo un libro rojo que me recuerda que tengo que aprenderme el guión de una obra de teatro que aún no he escrito. Entra el viento a bocanadas por la ventana, me irrita los ojos, me deforma las ideas, me levanta el vestido imaginario -tal cual Monroe-, e insulto a la progenitora de quién sabe quién.
Medito tres segundos. Si escribo fragmentos anecdóticos es porque entre su incoherencia busco hilar un orden a mi vida, como armar un collage de momentos recientemente inútiles que entre su desorden siempre ocultan un dejo de relación.
Justo ahora no encuentro la total intención de estos versos amputados, sé que existo y ¿qué hay después?, después hay niebla acumulada entre el suelo y la pared, la imagen de un espejo en el que no me miro, fantasmas en penumbra, nada más que fantasmas y letras incompletas que dicen necedades…
* Nota: Si busca en este texto mal parido algo más que el desahogo de un extraño, pierde su tiempo, y por lo tanto -y después de tanto- quémelo después de leer.
®Adrián Mariscal-2008