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Decir “te quiero” sería inapropiado en esta carta si lo que se busca es un simulacro que reviva un estado de alerta, la alerta de extender una decisión que afecte el rumbo de nuestras huellas aún no pisadas…desde luego sería la salida cobarde a una puerta entreabierta, preferible es el odio, la muerte, ¡o Caray!, la nada, a tremenda injusticia.
Optativo es acudir mejor a expresiones como “te quiero a medida de la reciprocidad”, o en consecuencia un “te quiero pero no ahora”, sinceridad es lo que ofrezco para evitar sostener un juego con mentira en su eje, pues sucede que un sentimiento desértico se apodera de mi juicio para sacudirme verdades y con ellas diseñarme una armadura.
Entiéndase armadura como la protección contra las dobles caras, caras formato griego que te convencen sin necesidad de recurrir a la ciencia o al arte porque tu ingenuidad da para más o menos lo mismo que poner en riesgo tu seguridad emocional encima de la mía y, una carga, aunque te quiera, no es lo que quiero.
Decir “te quiero” a sabiendas de la duda, podría alimentar la esperanza de obtener un afirmativo que se quiebre a pedazos después de enfrentar la verdad y, la verdad, cariño, no está cimentada en el sentimiento que te profeso (y de eso no hay duda, ni remedio), se encuentra en la razón que no entendemos cuando al tenernos cerca nos acostumbramos y al perdernos se nublan las conciencias de crudo arrepentimiento.
“Lo que no te mata te hace más fuerte”- dirían los sabios, y fortaleza es lo que pido para mantenerme al margen de los te-quieros que hacen mal al mal llamado corazón, como abstenerme a ver un diario repleto de noticias tuyas, ver y no leer, porque leer es otra cosa.
Si al razonar esta carta no puedes evitar la pena de sentirte incompleto, sólo recuerda que nunca fuimos dos mitades, sino dos seres completos que unieron sus voluntades para duplicarse a sí mismos. Y si al verme por accidente se te rozan los ojos de palabras frustradas o de llanto los labios, es porque necesitas poner en orden las formas en su justo lugar: hablar para dialogar y llorar si hace falta, pero siempre con la enseñanza de no volver a sacar raíz de la misma equivocación.
Confirmo mi letanía y reafirmo la decisión de activar el ultimátum de la sabida protesta. Nos veremos cuando las aguas se calmen y coincidan las fechas entonces con el cierre de un círculo perfecto o el comienzo de la segunda vuelta.
Porque si la vida es un juego, te reto a asentar en orden las cartas sobre la mesa…
®Adrián Mariscal